viernes, agosto 01, 2008

Ruth - Fragmento-

<< “Si un hombre se acuesta contigo- le decían sus compañeras de clase- sin que te hayas hecho desear lo suficiente, es decir sin que le hayas hecho esperar unas cuantas semanas de cortejo hasta que se acueste contigo, te olvidará tan rápidamente como te ha conseguido”.
Pero a Ruth, por mucho que intentara creerse lo que le decían, le parecía que semejante actitud era de una estupidez supina, así que alguna que otra vez se dejó llevar por cierto remolino que llevaba dentro y que se le desataba en los bares después de haberse bebido alguna copa, y de repente sentía que cierto hombre que le estaba susurrando tonterías al oído, al que había conocido hacía media hora en la misma barra en la que bebían juntos o en otra cualquiera, le gustaba muchísimo y que eso no tenía nada que ver con el alcohol, que no iba a hacer lo que estaba a punto de hacer porque estuviera borracha, sino que el hecho de estar borracha le había obligado a reconocer que quería hacer lo que estaba a punto de hacer. Y quizá hiciera lo que hacía – aceptar la propuesta de aquel cuasi desconocido o de cualquier otro, o incluso plantear ella misma la propuesta- simplemente por llevar la contraria, y porque pensaba que si un tío iba a ser tan redomadamente machista como para pensar que una mujer dejaba de ser valiosa si expresaba el mismo deseo que él sentía, que una mujer estuviese a su altura, que sintiese lo mismo que él y se atreviera a expresarlo, era algo despreciable, entonces más valía que ella lo supiera desde el principio antes de perder su precioso tiempo (¡dos semanas pueden suponer una eternidad, según a qué edad!) teniendo que quedar a cenar cuatro veces con semejante imbécil para conseguir llevárselo a la cama. Pero luego, cuando la dejaban, Ruth no podía evitar sentirse culpable y sucia, porque eso era lo que habían dicho que tenía que sentir
(…)
Lo curioso es que Ruth también seguía a veces las normas y esperaba lo que había que esperar y contenía a duras penas su deseo y su frustración, y se abrazaba a la almohada al llegar a casa y la mordía con desesperación hasta dejar clavada en ella la huella de sus dientes, y aguantaba lo que hubiera que aguantar, las cenas, y las salidas al cine, y las visitas a los bares, deseando cada vez más al contrincante y confundiendo ese deseo con el amor (porque a Ruth le habían enseñado a confundirlos), y luego, cuando por fin, habiendo calculado cuidadosamente el cumplimiento del plazo, fingía darse por vencida, pasaba exactamente lo mismo: que se acostaban con ella y ya no llamaban más. >>


Fragmento. "De todo lo visible y lo invisible"´
Lucía Echevarría, 2001

1 comentario:

Hugo Toorop dijo...

Y tu eres de las que finge, de las que actua, un rato de cada...?