Tengo cincuenta y cinco años y está claro que mi juventud ha pasado para siempre. Y con ella, el deseo de nuevas aventuras o de nuevos amores. Sobre todo de nuevos amores. Se acabó para mí el tiempo del amor romántico. No lo lamento, incluso me atrevería a afirmar que estar lejos de sus sobresaltos y delirios me ha dado más serenidad, y, por lo general, me permite dormir mejor. No diré que me ha hecho más feliz, pero, ¿quién desea la felicidad? Yo no, desde luego. La obsesión por la felicidad ha sido la causa de las mayores catástrofes que se conocen. Sobre todo a ciertas edades. Sinceramente, no quiero volverme a ver en una situación así. Bien mirado, tampoco es tanto lo que se pierde: la risa, las palabras amables, la suavidad de la piel, la embriaguez de los sentidos y una absurda euforia sentimental. Vivir por un tiempo sin temor. Puro espejismo que solo puede anunciar los mayores desastres.
(…)
Mi aventura con Eva marcó un punto de inflexión en mi vida. Cuando me recuperé, supe que cierta energía había desaparecido de mi interior, y no la he vuelto a encontrar. Han pasado diez años desde entonces. He conocido a otras mujeres, con las que he tenido aventuras ocasionales y con las que, por lo general, cuando todo termina, suelo mantener una buena amistad, y he visitado algún club nocturno. No demasiados, pues esos ambientes me deprimen. No creo ser ningún mojigato en cuestiones sexuales, pero el sexo que me gusta requiere reciprocidad, cortesía e incertidumbre. Cosas que raras veces se dan en esos lugares.
De “Mi querida Eva”- Gustavo Martín Garzo.
2 comentarios:
Lucy, escríbeme a planilunios@gmail.com
Tengo cosas para ti
quise decir: plenilunios@gmail.com
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