"Cubrió el suave cuerpo con besos desde la cabeza a los pies, ella consintió sus caricias mientras las manos de él erraban sobre sus encantos, e incluso sus partes más íntimas estaban a su merced. La princesa nada le negó, sino que le entregó su cuerpo voluptuoso sin reservas. Iván prosiguió atrevidamente con sus toqueteos y sus besos, hasta que ella, ardiente por sus abrazos, mostró tanto abandono como el campesino.
Entonces el mujik buscó la satisfacción de su fogosidad y la saciedad de su desenfreno en la persona de su ama. Se incorporó y, tras separarle sus dóciles piernas, montó sobre ella. Así quedaron unidas sus carnes, así se mezclaron el aliento ardoroso y los suspiros de ambos, conjugados en un mismo deseo, encendidos de ardiente impaciencia. Ya estaba el feroz pecaminoso a mitad de las puertas abiertas, probando una entrada que los groseros intentos del mujik y la desproporción de las partes volvían inútil.
Una y otra vez intentó adaptarse al estrecho sendero de los deleites prometidos, y empezó a temer que las delicadas formas de la princesa Vávara no estuviesen destinadas al placer de un hombrón tan bien dotado como él.
Pero entonces, fiel a su promesa, la princesa acudió en auxilio del mujik. Jamás se había visto sometida con anterioridad a un ataque semejante, pero sus deseos igualaban a los de él y no se desanimaban por dificultades susceptibles de ser superadas. Cogió de nuevo el miembro hinchado del rústico y con su propia mano lo puso en contacto, prestándose a tan poco delicada operación, e intentó practicar una entrada horadándose a sí misma con el arma del amor cuyos placeres había imaginado; su experiencia, y su determinación con lo que la fuerza brutal del mujik no había conseguido, pues ya sintió sus partes penetradas y el movimiento del inmenso asaltante en el camino acertado. Apartó la mano, y con los dientes apretados aguardó el impacto de la cópula.
-Empuja ahora, muchacho, y goza de mí para contento de tu corazón -murmuró en voz baja.
En cuanto el impaciente mujik detectó las delicadas presiones a que ahora se veía sometido, descubrió su ventaja, y juzgando que lo único que debía hacer para alcanzar su objetivo era empujar sin otra consideración que su propio placer, puso manos a la obra contorsionando los miembros y la flexible cintura, introduciéndose hasta lo más profundo de la encantadora princesa, pese al evidente sufrimiento que producían sus torpes intentos.
En cuanto a ella, tras percibir el asaetamiento de la terrible coyunda, sintiendo que no tenía nada más que temer y que había recibido tal como anhelaba el miembro rígido del mujik en su cuerpo tan lejos como era posible penetrarla, rodeó con brazos y piernas al hombre y lo apretó tan fuerte que imposibilitó todo movimiento por parte de él, Y así yacieron sus cuerpos unidos, la princesa deleitándose con la palpitación de la abundante verga de Iván en su interior.
Pero pronto el mujik se disparó por razones de fuerza mayor, encontrándose en una especie de cielo paroxístico, las sensaciones experimentadas lo aguijonearon, el movimiento se convirtió en una necesidad y comenzó a dar empellones con sus caderas con tanta fuerza y energía que la princesa gritó de deleite. El mujik empujaba, y no bien percibió el estado de su pareja y notó que ella compartía sus placeres, redobló los movimientos y, mezclando los gemidos de éxtasis, sus cuerpos se elevaban y hundían en la consecución del acto obsceno.
La princesa lamentaba que no pudiese durar eternamente, Iván se esforzaba por alcanzar el punto culminante de su goce, que también significaría el punto foral de su incontinencia. La princesa sintió que las partes del libidinoso se volvían más duras y calientes, el mujik creyó que sus sentidos lo abandonaban mientras llegaban juntos a un coito frenético y, con rugidos de satisfacción tan roncos como los de un semental con una yegua, inyectó en el cuerpo de la princesa una asombrosa cantidad de semen.
La embriaguez de su descarga provocó que el mujik emitiera gritos de regodeo, mientras la damita, abrumada por el éxtasis que él le ocasionaba, permaneció casi desmayada mientras recibía la inundación.
Apenas había acabado Iván cuando recomenzó, y ella, que empezaba a deleitarse con el miembro potente de ese hombre vulgar con mayor fruición de la que jamás había experimentado, se entregó por entero a la brutal voluptuosidad de verse así ferozmente ultrajada.
Después de tres coitos completos, el mujik se retiró del cuerpo de la princesa, con su apetito carnal aplacado por el momento, y permaneció resonante, con lo ojos entrecerrados, a su lado."
Memorias de una princesa Rusa- Anónimo
7 comentarios:
Precioso texto, Lucía. ¿Se puede saber la editorial de estas prometedoras memorias?
Con un beso, como siempre
Deitannia
tienes una imaginación desbordante, te imagino con el corazón en la mano y el cuerpo de una cortesana
He sentido ganas de profundizar en tu blog. buscaré hueco en mi escaso tiempo para más conocerte. Hasta pronto
J
que bella lectura, que desbordante imaginación para sentir el placer de la posesión total...
gracias lucía...
Buenisimo pero la autora no es Lucia
Como se llamaba la autora..la misma princesa,?
Hola Rene, claro que no lo he escrito yo! está citado abajo a qué libro pertenece. Como todo lo que escojo, esta citado. Es una buena costumbre... tomar las cosas prestadas y agradecerlas al autor.-
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